Reflexión:

Prevenir antes de que suceda y ordenar antes de la confusión.

El árbol que casi no puede rodearse con los brazos, brotó de un germen minúsculo. El viaje de mil, empezó con un paso.

Aprende a aprender, regresa por el camino que los demás ya han recorrido. El sabio no es erudito y el erudito no es sabio.

El camino del cielo beneficia y no perjudica. La norma del sabio es obrar sin combatir.

TAO, escritura milenaria china, capítulo LXIV

miércoles, 3 de junio de 2015

Femicidio.

A PROPÓSITO DE LA VIOLENCIA CONTRA LOS DÉBILES.



 No cabe duda que ejercer la violencia contra un débil es una infamia. Tradicionalmente, se los consideró así a las mujeres, a los niños y a los ancianos. Era responsabilidad de todo caballero bien nacido protegerlos.

 Este viejo mandato medieval, como el de no hacer la guerra los domingos y respetar los lugares sagrados como santuarios están entre los antecedentes lejanos de las Convenciones de La Haya y de Ginebra sobre el Derecho Humanitario.

 Hoy, se habla de violencia de género y de femicidio. Lo que no deja de ser una simplificación y una ideologización.

 Simplificación, porque -simplemente- todos somos sujetos potenciales de la violencia de otros. Es solo cuestión de oportunidad.

 Ideologización, porque las personas, a diferencia de las palabras, no tienen género. Tienen sexo: masculino y femenino.

 Por otro lado, el actual auge de la violencia contra los débiles, entre los que muchas veces están las mujeres, no es la expresión de una falta de igualdad entre los sexos. La que, por otro lado es imposible que exista, dada sus respectivas diferencias, las que terminan siendo felizmente complementarias.


 Es el resultado de la pérdida de los valores en la sociedad, particularmente entre los fuertes, que se creen con el derecho de ejercer su poder sobre los demás sin límite ni responsabilidad alguna.

 En ese sentido, no es casualidad que el narcotráfico, por ejemplo, abuse sistemáticamente de mujeres y de niños.

 En función de todo ello, la solución no podrá venir nunca por otro lado que no sea la restauración de los valores superiores que exigen que quienes, por su condición de fuertes o por cualquier otro motivo, se hagan cargo de proteger a quienes deben proteger. Tan sencillo y tan difícil como eso.

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