Reflexión:

Prevenir antes de que suceda y ordenar antes de la confusión.

El árbol que casi no puede rodearse con los brazos, brotó de un germen minúsculo. El viaje de mil, empezó con un paso.

Aprende a aprender, regresa por el camino que los demás ya han recorrido. El sabio no es erudito y el erudito no es sabio.

El camino del cielo beneficia y no perjudica. La norma del sabio es obrar sin combatir.

TAO, escritura milenaria china, capítulo LXIV

viernes, 13 de noviembre de 2015

Femicidios: la casa es ocho veces más riesgosa que la calle.



http://www.lanacion.com.ar/1845016-femicidios-la-casa-es-ocho-veces-mas-riesgosa-que-la-calle


Mueren menos mujeres en robos que en ataques de sus conocidos.



Evangelina Himitian

Romina llega a su casa después de estar todo el día afuera. No es tan tarde, apenas las 21.30, pero no queda nadie en la calle. Está oscuro. Apura el paso y antes de entrar en su casa, mira para todos lados. Por fin, entra. Cierra y se siente segura. Pero no lo está. Puertas adentro, una mujer tiene ocho veces más posibilidades de ser asesinada por alguien de su entorno, incluso de su propia casa, que de morir a manos de un extraño, en un robo.


Las cifras surgen de comparar las últimas estadísticas disponibles a nivel nacional sobre homicidios dolosos que presentó el Ministerio de Justicia de la Nación con las de femicidios que registra la ONG Casa del Encuentro, que es el único centro que aglutina información sobre asesinatos vinculados a la violencia de género.

A lo largo del año, 27 mujeres murieron durante un robo, según el último estudio sobre homicidios dolosos, de la Secretaría de Política Criminal, que llamativamente sólo tiene cifras actualizadas hasta 2009. Ese mismo año, la Casa del Encuentro registró 231 femicidios. Es decir, comparativamente, una mujer fue asesinada en un robo por cada 8,5 que fueron víctimas de violencia de género.



Más notas para entender este tema
"Siempre había un motivo para pegarme". "Es efectivamente así. Hoy, el peligro para las mujeres se encuentra principalmente dentro del hogar. Es un dato real y verificable que no debería pasarse por alto", apunta Genoveva Cardinalli, fiscal porteña que preside el Observatorio Contra la Violencia de Género del Ministerio Público. "Cuando una mujer logra salir de ese cautiverio que es la violencia doméstica y denunciar tiene que encontrar un respaldo rápido de la Justicia. Porque, si no, vuelve a vivir en un territorio en el que su vida corre peligro", agrega.

La Oficina de Violencia Doméstica (OVD), que se creó en 2006 dentro de la Corte Suprema de Justicia por iniciativa de la jueza Elena Highton de Nolasco, recibe unas 900 denuncias por mes. En el 71% de los casos, el agresor es o fue pareja de la víctima. Más detalladamente: en el 49%, el ex; el concubino, en el 17%; en el 12%, el cónyuge y en el 1%, el novio.

Además, en el 39% de las situaciones quien denuncia vive en la misma casa que la persona denunciada. Hay un riesgo bajo para quien denuncia sólo en el 4%. En contrapartida, en el 79% de los casos, el riesgo es alto, medio o moderado. Y en el 5%, el riesgo es definido por el equipo interdisciplinario como "altísimo". En el 2% restante, es indeterminado.

Desde su creación, la OVD recibió unas 58.000 denuncias. Año a año, gracias a las campañas de difusión, el número de denuncias se fue incrementando. Sin embargo, hay un dato preocupante. Sólo 22 de esas denuncias fueron hechas por vecinos.

"La gente no se mete. Ése es el mandato social. Y la Justicia forma parte de esa sociedad. Todavía el sistema judicial sigue sin entender la violencia de género. Hoy son mayoría los jueces que deciden archivar una causa cuando una mujer decide levantar una denuncia contra el agresor. «Si vienen de la manito con el denunciado a levantar la denuncia», argumentan muchos jueces. No es así. Ellos tienen la obligación judicial de hacerle ver a esa mujer que si vuelve a su casa va a estar en peligro. Perspectiva de género no es reconocer la violencia, sino condenar al violento", apunta Cardinalli.

El círculo de violencia

Fabiana Túñez, directora de La Casa del Encuentro, lo confirma: "Sólo en casos de femicidios han existido condenas contra los agresores. En cambio, cuando se trata de lesiones, leves o graves, no. Es gravísimo, porque sabemos cómo es el círculo de la violencia: nunca para".

No significa, según explican los expertos, que las denuncias no prosperen. La mayoría se traduce en medidas de exclusión del hogar del violento y, en algunas jurisdicciones, en la instalación del botón antipánico, para alertar a la policía en caso de que el agresor se acerque al hogar.

La contrapartida es que a la medida de exclusión hay que renovarla periódicamente. Y no son pocas las veces que las personas que denunciaron no realizan ese trámite.

"El hombre que es excluido del hogar automáticamente deja de pasar alimentos. Entonces, no sirve sólo que se vaya. Si el Estado no le puede garantizarle un sostén, es muy probable que ella acceda a que el violento vuelva al hogar", apunta Cardinalli.

La multitudinaria marcha #NiUnaMenos, que se realizó el 3 de junio pasado y movilizó a toda una sociedad contra la violencia doméstica, significó un aumento de las consultas en todas las instituciones que reciben denuncias e impulsan demandas sobre el tema.

Así lo informaron en la OVD y en las fiscalías de la ciudad. Incluso, en el Ministerio de Desarrollo Social porteño y en la Brigada de Género de la Policía Metropolitana.

"La sociedad se está animando a denunciar la violencia de género. Ahora, el gran cuello de botella está en qué ocurre con esas denuncias. La Justicia tiene que ser rápida. Es imprescindible que se investiguen con perspectiva de género las denuncias de violencia doméstica. Hoy, la Justicia no investiga estos casos. Todo queda, en el mejor de los casos, en la exclusión del hogar o el botón antipánico. Pero no alcanza. Si no se condena al agresor, se está dejando a la mujer adentro de ese círculo de violencia, en lugar de ayudarla a salir", apunta Cardinalli.

Cada hora se reciben dos denuncias de violencia doméstica en la fiscalía de la ciudad. Una de cada dos presenta un riesgo alto para la seguridad psicofísica de las víctimas.

La falta de estadísticas oficiales a nivel país es uno de los indicadores de que la lucha contra la violencia doméstica no es una política de Estado, apuntan los especialistas.

Los números de La Casa del Encuentro indican que el año pasado hubo 277 femicidios, que son asesinatos vinculados al hecho de ser mujer. En el último informe del Instituto de Investigaciones de la Corte Suprema, que publicó hace un año el ex juez Eugenio Zaffaroni, con datos de 2013, se analizaron los homicidios en la Capital, ciertos distritos del conurbano y algunas ciudades del interior. Apunta que han disminuido las muertes en ocasión de robo y que en cambio se incrementaron los homicidios en los que existe una relación entre la víctima y el victimario. Sólo tres de cada 10 personas asesinadas no tenían relación previa con quien las mató. Otras cinco sí estaban vinculadas y otras dos se desconocía.

El dato, que fue esgrimido por funcionarios para alegar una disminución en los casos de inseguridad, oculta otra realidad: la violencia puertas adentro. Según ese informe, el 30% de las víctimas tenía el mismo domicilio que su asesino.

1 comentario:

  1. UN HOMBRE CABAL DEFIENDE A SU MUJER Y A SUS HIJOS.

    No cabe duda que ejercer la violencia contra un débil es una infamia. Tradicionalmente, se los consideró así a las mujeres, a los niños y a los ancianos. Era responsabilidad de todo caballero bien nacido protegerlos.
    Este viejo mandato medieval, junto con el de no hacer la guerra los domingos y el de respetar los lugares sagrados como santuarios están entre los antecedentes lejanos de las Convenciones de La Haya y de Ginebra que conforman el Derecho Humanitario moderno.
    Por otro lado, el actual auge de la violencia contra los débiles, entre los que muchas veces están las mujeres, no es la expresión de una falta de igualdad entre los sexos. La que, por otro lado es imposible que exista, dada sus respectivas diferencias.
    Es el resultado de la pérdida de los valores en la sociedad, particularmente entre los fuertes, que se creen con el derecho de ejercer su poder sobre los demás sin límite ni responsabilidad alguna.
    En ese sentido, no es casualidad que el narcotráfico, por ejemplo, abuse sistemáticamente de mujeres y de niños.
    En función de todo ello, la solución no podrá venir nunca por otro lado que no sea la restauración de los valores superiores que exigen que quienes, por su condición de fuertes o por cualquier otro motivo, se hagan cargo de proteger a quienes deben proteger. Tan sencillo y tan difícil como eso.

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